Pobreza espiritual y debilidad de carácter
La marihuana tiene un olor particular: huele a pobreza, debilidad e ignorancia. Así dice un meme que circula en las redes sociales. Un buen amigo me argumenta que dos presidentes del país más poderoso del mundo han confesado haber consumido alguna vez esta droga. Más persiste la pobreza espiritual y la debilidad de carácter, digo yo. ¿Qué es eso?, me pregunta. Aquí mi respuesta.
Sin duda no puedo decir que Clinton u Obama sean ignorantes, pobres o débiles, en sentido estricto (se presume que tienen vastos conocimientos, tienen dinero y son poderosos), tampoco que sean o hayan sido adictos, no tengo elementos para ello.
Son solo un pretexto. Aquí el punto es analizar que cualquier adicción pasa por uno de estos tres condicionantes: pobreza espiritual, debilidad de carácter o ignorancia sobre algunos aspectos de la vida.
Por pobreza espiritual se entiende la falta de convicciones sólidamente formadas, enraizadas en ideales que trascienden el aquí y el ahora, es una falta de sentido de la vida, es no saber quién eres, de dónde vienes y a dónde vas, es carecer de la respuesta verdadera a estos cuestionamientos que naturalmente brotan de nuestra condición de seres racionales. Y digo verdadera, porque puede haber quien tenga respuestas falsas, que crea verdaderas y entonces en el fondo seguirá insatisfecho, con pobreza espiritual que se manifiesta como un VACÍO interior enorme, que nada finito puede llenar.
Es de sobra conocido que en física el vacío tiende a llenarse, y el vacío espiritual no es la excepción a esta regla, pero si no tiene el objeto adecuado se llenará con cualquier objeto que tenga apariencia de bien, aunque sea veneno puro y macizo.
¿Cuál es esa respuesta? No es materia de este escrito. Hay que buscarla en el lugar correcto. Sólo puedo adelantar que ni la ciencia, ni la filosofía, ni la política, menos la cultura o el deporte, pueden responder plenamente en la búsqueda de sentido de la vida del ser humano, aunque pueden dar algún indicio, aunque sea pálido.
Por debilidad de carácter se entiende la incapacidad de una persona de controlar sus propios impulsos que vienen marcados como tendencia por su temperamento.
En otras palabras: cada uno nacemos genéticamente con una tendencia a responder de cierta forma a ciertos estímulos del ambiente en el que estamos, a esto los expertos le llaman temperamento. El temperamento es genético, mientras que el carácter es una autodeterminación en el libre ejercicio de la voluntad, influido por los conocimientos y la cultura.
Hay varias teorías sobre los temperamentos, pero todas coinciden con agrupar las tendencias en cuatro grupos más o menos coincidentes. Como ejemplo mencionaré sólo dos tipos de clasificación: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico, esta es la más clásica. Y esta otra es más contemporánea: guardianes, artesanos, idealistas y racionales.
En ambos casos se trata, como digo, de tendencia en la forma como respondemos a los estímulos externos, así el colérico tiende a ser iracundo, enérgico y muy activo, mientras que el sanguíneo es más relajado, desordenado, fiestero y superficial, en tanto el flemático es sumamente frío y racional, mientras el melancólico es idealista y muy sensible, sólo por decir algunas características destacables de cada temperamento.
Cabe apuntar que los temperamentos no se encuentran en estado puro, siempre hay mezclas, donde prevalece una cierta tendencia que indica el temperamento preponderante en x persona. El libro Por favor Comprendeme (David Keirsey, 2002) hace una brillante y detallada exposición de este tema.
Aquí baste señalar que el carácter se forma cuando la persona aprende a controlar su temperamento a través de la educación de su voluntad.
Es común confundir un temperamento explosivo y colérico con un carácter fuerte, cuando en realidad lo más probable es que esa persona que explota a la menor provocación tenga un carácter débil, incapaz de controlar sus impulsos de ira.
Hay que apuntar que cada temperamento tiene impulsos positivos y negativos. El carácter bien definido sabe controlar sus impulsos negativos y estimular sus impulsos positivos.
Así pues, la adicción tiene que ver con impulsos negativos no controlados, impulsos de tristeza, de vacío, de insatisfacción, de aburrimiento, de desesperación, de anhelo de escapar de una realidad no deseada o trágica. Impulsos que se imponen sobre la propia razón, ante una voluntad débil que no ha sido entrenada para resistir y acometer, ante un carácter débil, que no ha sido lo suficientemente formado.
¿Y la ignorancia? Ignorar todo lo anterior puede ser factor para ser presa fácil de cualquier tipo de adicción.