Se acaba 20015: lo bueno es que ya se fueron
¡Qué año está por terminar para los sonorenses! En un solo día, el siete de junio, se concentraron todos los agravios de un gobierno estatal que no supo estar a la altura de las circunstancias que el Estado exige, y durante seis años se dedicó a echar por la borda no sólo el legado del partido que los llevó al poder, sino las expectativas de una sociedad que en 2009 pensó que la alternancia era la ruta para avanzar en la transición democrática.
Al menos en este caso no lo fue. Más aún, visto en retrospectiva, el sexenio de Guillermo Padrés significó la vuelta a un ejercicio de gobierno marcado por la corrupción, los abusos, el cinismo, las comaladas de nuevos ricos; el oprobio de las instituciones que fueron usadas para el saqueo despiadado y hasta para el tráfico de infantes como cereza envenenada de un pastel podrido.
La familia Padrés-Dagnino llegó al poder en 2009, montada en el desgaste del entonces partido gobernante, el PRI, que no supo transitar la ruta de sus procesos internos y en la imposición de su candidato a la gubernatura llevó la penitencia de una división que a la postre, transfirió al PAN unos 40 mil votos que entronizaron a una casta de improvisados y gandallas, más parecida a una célula del crimen organizado que a una corriente política.
El asunto de las hieleras en las que, según Luis Arístides López Moreno, veterinario administrador de algunas empresas de los Padrés-Dagnino, éste habría trasladado unos 35 millones de pesos en efectivo, no sólo esboza un claro caso de lavado de dinero, sino que pinta de cuerpo entero la catadura moral de los principales protagonistas del pasado gobierno.
De acuerdo con su declaración ministerial, López Moreno habría hecho transferencias millonarias desde las cuentas de Miguel y Guillermo Padrés Elías, a otras cuentas que hasta el momento no han sido reveladas, pero que seguramente las autoridades hacendarias ya tienen localizadas. El equivalente de esas transferencias bancarias era entregado en efectivo, en algunos domicilios, donde se entregaban las hieleras llenas de dinero, que posteriormente eran entregadas en otros lugares.
Como se ve, hay muchas dudas aún sobre los detalles y los protagonistas de estas operaciones, pero por lo burdo de las mismas, es posible que las autoridades ya tengan localizados a todos y en poco tiempo comencemos a ver desgranarse la mazorca de la corrupción padrecista.
El sexenio de Padrés fue, sin lugar a dudas, el mejor emblema para ilustrar la descomposición de la clase gobernante. No fue casual que el slogan de la campaña electoral priista “Lo bueno es que ya se van”, se posicionara rápido en el imaginario colectivo: elementos para documentar la corrupción corrían -y siguen corriendo-, de boca en boca. Prácticamente no había -no hay- una familia en todo el estado, que no conociera al menos un caso, de la magnitud que fuese.
Los sonorenses no aguantaron más. El siete de junio, no solamente regresaron a las urnas los 40 mil votos que el PRI le ‘prestó’ al PAN en 2009, sino que se sumaron 30 mil más, muchos de ellos seguramente provenientes de panistas, también hartos del escandaloso gobierno de Padrés.
La entonces candidata Claudia Pavlovich ganó con unos 70 mil votos de ventaja, a un Javier Gándara, imposibilitado para deslindarse de Padrés, por los grandes negocios que al alimón hicieron. No es casual que el ex candidato del PAN se encuentre en la lista de empresarios beneficiadas con los ‘perdones fiscales’ que promovió el gobierno estatal, y desde luego, en la lista de investigados por el SAT.
Los sonorenses dieron una gran lección este año, que debe ser leída no sólo por los que ya se fueron, sino por los que actualmente están en el ejercicio de gobierno: el voto sirve para poner gobernantes, sino para quitarlos si éstos fallan.
El resultado electoral de este año desmitifica conceptos como ‘voto duro’ o ‘voto cautivo’. Ya los sonorenses están votando en función de los resultados que ofrezcan los gobiernos, aunque prevalezcan todavía sectores muy empobrecidos donde aún se compra el voto o se cambia por despensas y otras prebendas. Afortunadamente, todo parece indicar que ese sector va a la baja. O por lo menos, ha aprendido a cotizar su voto, no en función del monto de esas prebendas, sino en función de los resultados.
Hasta hoy, parece que el nuevo gobierno ha hecho una lectura correcta de esta situación. La gobernadora Claudia Pavlovich ha mostrado mano dura en la persecución de los responsables del desastre y ha sabido capear el temporal de quienes presionan queriendo ver rodar cabezas a diestra y siniestra y fuera del ‘debido proceso’.
Al mismo tiempo, está cerrando el año como si fueran los primeros días de su gobierno. El sábado pasado estuvo en Loma de Guamúchil, emblemática comunidad yaqui donde hasta hace poco se concentraba buena parte del activismo padrecista en la etnia, y que hoy puede considerarse territorio recuperado.
Allí la gobernadora refrendó compromisos con la tribu, en respeto de sus usos y costumbres. Estrechó lazos con una de las comunidades más agraviadas por el pasado gobierno; se reunió con las autoridades tradicionales y estableció compromisos a futuro.
Además, convivió con la comunidad indígena, ya fuera de los protocolos rígidos y a veces extraños para los yoris, en una fiesta popular donde a Claudia Pavlovich le salió la niña que lleva adentro y se trepó, sin más ni más a uno de los inflables instalados en el lugar, para lanzarse entre risas, desde las alturas, de la mano de otras pequeñas que también vivieron el momento.
Escena poco común, que de alguna manera ilustra el momento que vive la relación de la etnia con el nuevo gobierno, después de seis años de confrontación y abandono; de represión y encarcelamiento de algunos de sus líderes como Mario Luna y Fernando Jiménez, y de persecución de otros como Tomás Rojo, que por cierto andaba por ahí, ya sin el peso de la orden de aprehensión que el pasado gobierno había girado en su contra.
Y con esto, El Zancudo se despide momentáneamente de sus exigentes lectoras, sus generosos lectores, para recogerse estos días en la paz de su morada, dejándolos también descansar de tanta grilla y tanto ajetreo, y deseándoles que en estos días de convivencia familiar, lo mejor del mundo les llegue a manos llenas y que el año que entra venga rebosante de salud y prosperidad.
Claro, mantendremos las antenas levantadas por si hay sorpresas o algo que escribir en lo que resta del año, ya ven que cualquier cosa puede suceder, así que seguimos pendientes.
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