La “gallina†de Pemex está muerta.
La empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) tenía una “gallina” que ponía huevos de oro, al punto, según voces presidenciales, que estuvimos cerca de administrar la abundancia y dar el brinco al primer mundo. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Los dividendos de su venta no llegaron al pueblo como prometían y era deseable. Quedaron en pocas manas.
Tampoco se cuidó ni alimentó adecuadamente a la gallina. Explotada hasta que murió de inanición. Siendo justos, de su muerte no se puede culpar a la Cuarta Transformación. Ya estaba muerta cuando llegó la 4T. ¿Y quién la mató? Homicidio colectivo. Víctima de la voracidad de administradores y dirigentes sindicales.
Llegó a correr versión de que, en sus mejores tiempos, buques petroleros llenaban tanques, pagaban y no recibían factura. Una especie de “huachicoleo”, sin dejar huellas.
Esta historia la cuento a propósito de que se avecina el 83 aniversario de la expropiación petrolera y del libro del periodista Eloy Caloca Carrasco, titulado “Historias de Corrupción en Pemex”. 580 páginas que recogen todo lo que se sabe, se ha dicho y escrito del tema, desde la explotación indiscriminada por empresas extranjeras.
Si alguien quiere conocer la vida y milagros de la paraestatal, es una opción la lectura del texto de Eloy. Están cubiertos todos los ángulos. Por supuesto que incluye la parte sindical. Es hora de que todavía no se renueva el sindicato petrolero.
Los inocentes de esta historia son la gallina, los trabajadores petroleros y el pueblo. La gallina cumplió su misión hasta que sus fuerzas se agotaron. Los trabajadores, hasta la fecha, han hecho su tarea, lo asignado en su contrato laboral. Ninguno se ha enriquecido con lo que le pagan cada semana. Siempre sujetos a lo que digan directivos de empresa y líderes sindicales. Ajenos a deficiencias estratégicas.
El pueblo, al que le hicieron creer que el petróleo era suyo y que lo tenía hasta en la cocina, en todos los rincones de su casa, comprobó con el tiempo de que era mera retórica. La realidad, muy distinta. Si subían o bajaban los precios internacionales del petróleo, en México el precio de las gasolinas crecía y crecía. Igual en el gas y el diésel, entre otros derivados. Nunca se han abaratado los productos.
La refinación y la industria petroquímica fueron desatendidas. Llegamos al extremo de vender al exterior nuestras materias primas y comprarlas al doble, transformadas, para abastecer el mercado nacional. Se mató a la gallina de los huevos de oro.
Hace falta otra gallina, darle la alimentación correcta, engordarla, vida sana. Desinfectar el gallinero, extirpar virus corruptores, cualquier amenaza que la ponga en peligro.
Seguramente no llegará a poner huevos de oro, pero que al menos haga sentir a la gente que el petróleo por fin es suyo, con precios justos en gasolinas, gas y diésel.
@zarateaz1
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