Abril 10, 2011 / ElChiltepin > Música
Sobre el escenario se mantuvo intacto el virtuosismo. La inconfundible guitarra de Alejandro Marcovich, el ritmo de Alfonso André, la elegancia de Diego Herrera, el compás de Sabo Romo y la voz de Saúl Hernández daban forma al coctel musical para el que la gente rezó por más de tres lustros.
El Foro Sol se vistió de gala, como nunca antes lo había hecho, con 70 mil personas coreando de principio a fin las canciones que inmortalizaron a Caifanes y que ahora devolvían a la gente.
Fiel a su costumbre, Saúl no dejó pasar la oportunidad para lanzar consignas políticas y sociales, y la gente, como en el pasado, agradeció su gesto.
Será por eso se convirtió en el tema que confirmó la vuelta del Caifán, tan fuerte como antes, maduro en su sonido y visiblemente emocionado por el recibimiento de la gente que nunca dejó de ovacionarlos.
Con cada canción cada uno de los cinco músicos tenía su oportunidad de lucimiento. Mátenme porque me muero, con el característico teclado de Diego, desgarró 70 mil gargantas que, con su voz, pretendían alcanzar a los músicos que sonreían tras cada ejecución.
Resultaba difícil distinguir cuál fue la canción ganadora, pues todas eran arrebatadas a la banda por la gente que se apropiaba de ellas, sintiéndolas suyas luego de tan larga ausencia de los creadores originales.
Sonó Viento y las instalaciones del Foro Sol se cimbraron con los saltos de la gente; Antes de que nos olviden probó la existencia de un rock posterior a Caifanes, uno del que se nutre buena parte de la escena nacional.
“Es difícil decir algo cuando se han robado la palabra. Raza, Caifanes a tus pies”, dijo Saúl.
La respuesta fue evidente. La comunión entre la gente y la banda, su banda, había superado la más optimista de las previsiones.
Los dioses ocultos, Detrás de ti, Nubes y Piedra resultaban tan emotivas para el público que este nunca manifestó descontento por los constantes problemas en el audio. En aquel momento la calidad había cedido terreno a la nostalgia, aquella noche cualquier cosa se le perdonaría a esos músicos.
Ayer me dijo un ave fue dedicada a Rita Guerrero y Eugenio Toussaint ante los aplausos de la gente que, sin embargo, estalló en una fuerte ovación cuando Saúl se dirigió al presidente Felipe Calderón.
“Señor Presidente, quiero aprovechar que hay poca gente viéndonos”, ironizó “para pedir justicia por nuestros muertos; que mueva todo el poder que movió para resolver el asesinato de dos agentes estadunidenses para traer justicia, nosotros pedimos justicia y paz para los mexicanos”, proclamó el intérprete ante el júbilo generalizado.
Aquí no es así, Miedo, Afuera, con la que Marcovich se lució con un imponente solo de guitarra, y Nos vamos juntos fueron la primera tanda de canciones antes de que la banda diera un adiós que nadie creyó.
Apenas unos minutos después reaparecieron y Sabo aprovechó para recordar que en abril de 1987 habían ofrecido su primera presentación como Caifanes en el extinto Rockotitlán.
“Me da gusto ver que ya somos un chingo”, dijo el bajista.
El grupo ejecutó entonces Negro cósmico y Amanece, antes de decir adiós de nueva cuenta.
El público, con sus gritos y aplausos los trajo de vuelta.
“Hace 17 años que no ocupábamos el mismo espacio, pero nosotros sentimos que han sido 15 minutos. Gracias, porque sin ustedes esto no existiría”, aseguró Saúl antes de tocar No dejes que.
Fue entonces el momento de La célula que explota, balada que sin un coro, se convirtió en una de sus canciones emblemáticas.
La gente se apropió de ella y la banda lo permitió. Los coros desde el público duraron casi la mitad de la canción mientras ellos sonreían con orgullo.
El broche de oro llegó con La negra Tomasa, tema del que siempre renegó el grupo pero que sin duda los catapultó a mercados vetados para el rock.
Tras él, abrazados, los músicos dijeron adiós sin saber por cuánto tiempo más se alejarán de los escenarios en conjunto.
La espera no puede ser larga pues fue evidente que dos horas no bastan.
Antes de la explosión
Contrario a otras ocasiones, y quizá debido a 70 mil personas confirmadas, nuevo récord para el festival, el sábado tuvo una inusitada gran audiencia desde temprano.
Tanto que Rebel Cats, encargados de inaugurar las actividades en el escenario Vive Latino, tuvieron una generosa respuesta de la gente; del mismo modo que Líber Terán y Enjambre, actos secundarios por su colocación en el horario del festival.
San Pascualito Rey fue el primer triunfador de la tarde. Con ese rock sencillo, de canciones melancólicas y ritmos contundentes, Pascual Reyes logró que aquellos al pie del escenario conectaran de inmediato
con sus canciones.
Caemos o volamos, de su nuevo disco Valiente, y Salgamos de aquí fueron unos de los temas que la banda ejecutó en media hora de concierto que bastó para que fueran despedidos en medio de aplausos.
Tocó el turno para La Gusana Ciega, consentidos del público que, desde su aparición sobre el entarimado, los recibió con fuertes ovaciones y aplausos.
Para ese entonces, poco antes de las 17:30 horas, la plancha frente al escenario principal estaba próxima a llenarse.
Los vendedores libraban constantes batallas tratando de atravesar el lugar. Las cervezas se multiplicaban, las nieves y las paletas de hielo iban de mano en mano tratando de paliar el fuerte calor de la capital aunque sin descuidar el lugar que nadie parecía dispuesto a ceder.
Pericos, festejando en México 25 años de trayectoria profesional, puso a todos a bailar. El combo musical, que desde el escenario ejecutaba con solvencia y una cierta dosis de improvisación temas como Pupilas Lejas y Waiting for Your Love, otorgó un remanso de tranquilidad que fue aprovechado con rítmicos bailes.
Poco antes del fin de su set, Pericos pidió por la salud de Gustavo Cerati, a quien dedicaron Sin cadenas, tema con el que se despidieron.
Entonces Pau Donés, con su Jarabe de Palo conquistó el escenario con un rock suave.
A las 19:30 horas, todo el rededor del escenario lucía lleno. La quiero a morir, Depende y Agua fueron de los primeros temas que ejecutó la agrupación española.
Así, por ejemplo, El lado oscuro ganó en potencia aunque perdió su espíritu introspectivo del mismo modo que Bonito ganó en baile en sacrificio de esa tesitura intimista que Donés provee a sus canciones.
La flaca, tema que Donés aseguró los trajo a México por primera vez, fue el más coreado de su set aunque rivalizó con Grita y el que el español eligió para cerrar su participación en el festival.
Cuando Bunkers tomó por asalto el escenario se vivía ya un clima de fiesta total. Los chilenos apostaron por un set que creciera poco a poco. Primero ejecutaron canciones de Música libre, el álbum en el que reversionaron canciones de Silvio Rodríguez.
Antes temas como Quien fuera y El necio, del compositor isleño, también mostraron los alcances de los chilenos, que tras su participación dejaron la mesa puesta para otra leyenda.
Enanitos Verdes apareció y con base en un rock sencillo mostró la estatura musical que los ha colocado ya entre la pléyade del rock latinoamericano.
Dale Pascual fue el tema elegido para iniciar su intervención.
La noche había caído aunque el calor del día ahora pasaba factura a los cansados asistentes que sin embargo sacaban energías de resguardo para canciones como Cordillera y La muralla con las que habían construido su paso por el movimiento del rock en español.
Tus viejas cartas y Luz de día compartieron protagonismo con Amores lejanos que la banda dedicó a Rita Guerrero y al argentino Gustavo Cerati.
Al final, aunque ni los músicos lo querían, el viaje sonoro terminó para dejar el campo libre a Caifanes.
Entre el rock y el hip hop
Alrededor de las 17:50 horas la banda Bengala apareció en el escenario Indio donde su poderoso rock puso a bailar y brincar al público que corrió para encontrar un lugar cerca del entarimado.
“No saben cuánto agradecemos estar aquí a nuestros queridos amigos”, dijo Diego Suárez, vocalista de la agrupación, después de abrir el recital con Tirate y Miente.
La energía del público subió de intensidad tras interpretar Vamos otra vez y Cárcel, temas con las que dos chicas que estaban en los hombros de unos jóvenes, hicieron caso a la indicación de la pantalla: “Chichis, Chichis”, se levantaron la playera y el brassiere y mostraron el busto a las cámaras.
Después llegó el turno de Mensajes y Tropecé, pero fue con Carretera cuando el público hizo temblar el suelo del lugar con sus bailes y brincos mientras hacían la segunda voz del tema.
“Nos vamos amigos, un gusto que hayan venido”, dijo Diego antes de poner a bailar al público con el cóver de Alaska y Dinarama, Ni tú ni nadie.
Previo a Bengala, Ana Tijoux calentó el escenario con su particular estilo hiphopero.
“Muy buenas tardes México, esta tarde vamos a partir de cero”, dijo la chilena quien deleitó a sus seguidores por poco más de 30 minutos con temas como A veces, En paro -la cual dedicó a los países de latinoamericanos que se encuentran oprimidos- y 1977 con al que se despidió del Vive Latino 2011.
Buen humor y cine
Con su ya clásico look de vestidos cortos, Natalia Lafourcade fue uno de los platos fuertes de la Carpa Roja, del Vive Latino.
Ataviada con colores crema, azul y rojo, la compositora y cantante tomó el escenario cinco minutos antes de que dieran las 20:00 horas, lo que arrancó la ovación y los aplausos de los presentes.
Con Amarte duele, el público no paró de cantar y mecerse de un lado a otro, en especial las chicas, que eran la mayoría.
“Gracias, qué buena vibra”, dijo la intérprete, quien estuvo acompañada por Daniel Zlotnik, saxofonista de Los Dorados.
Durante los 30 minutos que dio de presentación, Lafourcade deleitó a sus seguidores con temas como Tiempo al viento y Casa, con el cual además regaló la oportunidad de verla actuar con quien fuera el productor del disco del mismo nombre Meme, de Café Tacvba, para después concluir su actuación con Azul.
“Estoy súper contenta y emocionada por que la gente fue bien cariñosa”, lanzó Lafourcade durante la conferencia de prensa que dio al término de su show.
Previo a la presentación de la artista, los encargados de ir preparando al público fueron Ruido Rosa, Finde y Letz Zep, entre otros.
Mientras tanto, la jornada en la Carpa Ambulante inició a las 14:45 horas con el documental De veras me atrapaste, el cual dio paso a Bunbury: Por qué las cosas cambian.
Alrededor de las 19:00 llegó el turno de la cinta inspirada en el legendario grupo Joy Division, presentada por Alejandro Franco, la cual dio paso a Look at What The Light Did Now, que cerró la noche del sábado.
¡Puerta abajo!
Luego que el segundo día de jornada del Vive Latino 2011 se vendiera en su totalidad, 70 mil entradas, en gran parte por el reencuentro de Caifanes, los portazos por parte de aquellos que no alcanzaron boleto no se
hicieron esperar.
Desde el inicio, alrededor de las 13:00 horas, personas sin boleto trataron de ingresar al Foro Sol por los accesos de las puertas 5, 8 y 9. Fue alrededor de las 13:30 horas cuando se llevó a cabo el primero, sin embargo elementos de seguridad pública y privada impiedieron el paso.
Hubo cuatro intentos más a lo largo de la tarde. En uno de ellos entraron cerca de 60 personas, según testigos, aunque la agencia Notimex informó que fueron alrededor de unos 200. Tras ello, se reforzó la seguridad con más elementos, entre los que destacaron agentes antimotines, montada y policías con perros.
“Por políticas de la empresa no podemos dar esa información, pregúntale a los encargados de prensa que los acreditaron”, fueron las palabras del encargado de la seguridad privada del lugar que también se negó a dar su nombre.
El departamento de prensa de Ocesa confirmó que fueron cinco intentos de portazos, y que las medidas que se tomaron, además de reforzar la seguridad en ambos accesos fueron cambiar la ruta de
la puerta 5.
En vez de llegar directo a la pista, los asistentes tuvieron que rodear los escenarios por atrás y llegar a donde ingresaban aquellos de los accesos 8 y 9.
Reaparece Caifanes en el Vive Latino tras 17 años
Ciudad de México a 10 de abril de 2011.- Parecía como si nunca se hubieran ido, como si cada semana hubieran pulido su sonido, adaptándolo a las tendencias actuales y enriqueciéndolo con sus crecimientos individuales.Sobre el escenario se mantuvo intacto el virtuosismo. La inconfundible guitarra de Alejandro Marcovich, el ritmo de Alfonso André, la elegancia de Diego Herrera, el compás de Sabo Romo y la voz de Saúl Hernández daban forma al coctel musical para el que la gente rezó por más de tres lustros.
El Foro Sol se vistió de gala, como nunca antes lo había hecho, con 70 mil personas coreando de principio a fin las canciones que inmortalizaron a Caifanes y que ahora devolvían a la gente.
Fiel a su costumbre, Saúl no dejó pasar la oportunidad para lanzar consignas políticas y sociales, y la gente, como en el pasado, agradeció su gesto.
Será por eso se convirtió en el tema que confirmó la vuelta del Caifán, tan fuerte como antes, maduro en su sonido y visiblemente emocionado por el recibimiento de la gente que nunca dejó de ovacionarlos.
Con cada canción cada uno de los cinco músicos tenía su oportunidad de lucimiento. Mátenme porque me muero, con el característico teclado de Diego, desgarró 70 mil gargantas que, con su voz, pretendían alcanzar a los músicos que sonreían tras cada ejecución.
Resultaba difícil distinguir cuál fue la canción ganadora, pues todas eran arrebatadas a la banda por la gente que se apropiaba de ellas, sintiéndolas suyas luego de tan larga ausencia de los creadores originales.
Sonó Viento y las instalaciones del Foro Sol se cimbraron con los saltos de la gente; Antes de que nos olviden probó la existencia de un rock posterior a Caifanes, uno del que se nutre buena parte de la escena nacional.
“Es difícil decir algo cuando se han robado la palabra. Raza, Caifanes a tus pies”, dijo Saúl.
La respuesta fue evidente. La comunión entre la gente y la banda, su banda, había superado la más optimista de las previsiones.
Los dioses ocultos, Detrás de ti, Nubes y Piedra resultaban tan emotivas para el público que este nunca manifestó descontento por los constantes problemas en el audio. En aquel momento la calidad había cedido terreno a la nostalgia, aquella noche cualquier cosa se le perdonaría a esos músicos.
Ayer me dijo un ave fue dedicada a Rita Guerrero y Eugenio Toussaint ante los aplausos de la gente que, sin embargo, estalló en una fuerte ovación cuando Saúl se dirigió al presidente Felipe Calderón.
“Señor Presidente, quiero aprovechar que hay poca gente viéndonos”, ironizó “para pedir justicia por nuestros muertos; que mueva todo el poder que movió para resolver el asesinato de dos agentes estadunidenses para traer justicia, nosotros pedimos justicia y paz para los mexicanos”, proclamó el intérprete ante el júbilo generalizado.
Aquí no es así, Miedo, Afuera, con la que Marcovich se lució con un imponente solo de guitarra, y Nos vamos juntos fueron la primera tanda de canciones antes de que la banda diera un adiós que nadie creyó.
Apenas unos minutos después reaparecieron y Sabo aprovechó para recordar que en abril de 1987 habían ofrecido su primera presentación como Caifanes en el extinto Rockotitlán.
“Me da gusto ver que ya somos un chingo”, dijo el bajista.
El grupo ejecutó entonces Negro cósmico y Amanece, antes de decir adiós de nueva cuenta.
El público, con sus gritos y aplausos los trajo de vuelta.
“Hace 17 años que no ocupábamos el mismo espacio, pero nosotros sentimos que han sido 15 minutos. Gracias, porque sin ustedes esto no existiría”, aseguró Saúl antes de tocar No dejes que.
Fue entonces el momento de La célula que explota, balada que sin un coro, se convirtió en una de sus canciones emblemáticas.
La gente se apropió de ella y la banda lo permitió. Los coros desde el público duraron casi la mitad de la canción mientras ellos sonreían con orgullo.
El broche de oro llegó con La negra Tomasa, tema del que siempre renegó el grupo pero que sin duda los catapultó a mercados vetados para el rock.
Tras él, abrazados, los músicos dijeron adiós sin saber por cuánto tiempo más se alejarán de los escenarios en conjunto.
La espera no puede ser larga pues fue evidente que dos horas no bastan.
Antes de la explosión
Contrario a otras ocasiones, y quizá debido a 70 mil personas confirmadas, nuevo récord para el festival, el sábado tuvo una inusitada gran audiencia desde temprano.
Tanto que Rebel Cats, encargados de inaugurar las actividades en el escenario Vive Latino, tuvieron una generosa respuesta de la gente; del mismo modo que Líber Terán y Enjambre, actos secundarios por su colocación en el horario del festival.
San Pascualito Rey fue el primer triunfador de la tarde. Con ese rock sencillo, de canciones melancólicas y ritmos contundentes, Pascual Reyes logró que aquellos al pie del escenario conectaran de inmediato
con sus canciones.
Caemos o volamos, de su nuevo disco Valiente, y Salgamos de aquí fueron unos de los temas que la banda ejecutó en media hora de concierto que bastó para que fueran despedidos en medio de aplausos.
Tocó el turno para La Gusana Ciega, consentidos del público que, desde su aparición sobre el entarimado, los recibió con fuertes ovaciones y aplausos.
Para ese entonces, poco antes de las 17:30 horas, la plancha frente al escenario principal estaba próxima a llenarse.
Los vendedores libraban constantes batallas tratando de atravesar el lugar. Las cervezas se multiplicaban, las nieves y las paletas de hielo iban de mano en mano tratando de paliar el fuerte calor de la capital aunque sin descuidar el lugar que nadie parecía dispuesto a ceder.
Pericos, festejando en México 25 años de trayectoria profesional, puso a todos a bailar. El combo musical, que desde el escenario ejecutaba con solvencia y una cierta dosis de improvisación temas como Pupilas Lejas y Waiting for Your Love, otorgó un remanso de tranquilidad que fue aprovechado con rítmicos bailes.
Poco antes del fin de su set, Pericos pidió por la salud de Gustavo Cerati, a quien dedicaron Sin cadenas, tema con el que se despidieron.
Entonces Pau Donés, con su Jarabe de Palo conquistó el escenario con un rock suave.
A las 19:30 horas, todo el rededor del escenario lucía lleno. La quiero a morir, Depende y Agua fueron de los primeros temas que ejecutó la agrupación española.
Así, por ejemplo, El lado oscuro ganó en potencia aunque perdió su espíritu introspectivo del mismo modo que Bonito ganó en baile en sacrificio de esa tesitura intimista que Donés provee a sus canciones.
La flaca, tema que Donés aseguró los trajo a México por primera vez, fue el más coreado de su set aunque rivalizó con Grita y el que el español eligió para cerrar su participación en el festival.
Cuando Bunkers tomó por asalto el escenario se vivía ya un clima de fiesta total. Los chilenos apostaron por un set que creciera poco a poco. Primero ejecutaron canciones de Música libre, el álbum en el que reversionaron canciones de Silvio Rodríguez.
Antes temas como Quien fuera y El necio, del compositor isleño, también mostraron los alcances de los chilenos, que tras su participación dejaron la mesa puesta para otra leyenda.
Enanitos Verdes apareció y con base en un rock sencillo mostró la estatura musical que los ha colocado ya entre la pléyade del rock latinoamericano.
Dale Pascual fue el tema elegido para iniciar su intervención.
La noche había caído aunque el calor del día ahora pasaba factura a los cansados asistentes que sin embargo sacaban energías de resguardo para canciones como Cordillera y La muralla con las que habían construido su paso por el movimiento del rock en español.
Tus viejas cartas y Luz de día compartieron protagonismo con Amores lejanos que la banda dedicó a Rita Guerrero y al argentino Gustavo Cerati.
Al final, aunque ni los músicos lo querían, el viaje sonoro terminó para dejar el campo libre a Caifanes.
Entre el rock y el hip hop
Alrededor de las 17:50 horas la banda Bengala apareció en el escenario Indio donde su poderoso rock puso a bailar y brincar al público que corrió para encontrar un lugar cerca del entarimado.
“No saben cuánto agradecemos estar aquí a nuestros queridos amigos”, dijo Diego Suárez, vocalista de la agrupación, después de abrir el recital con Tirate y Miente.
La energía del público subió de intensidad tras interpretar Vamos otra vez y Cárcel, temas con las que dos chicas que estaban en los hombros de unos jóvenes, hicieron caso a la indicación de la pantalla: “Chichis, Chichis”, se levantaron la playera y el brassiere y mostraron el busto a las cámaras.
Después llegó el turno de Mensajes y Tropecé, pero fue con Carretera cuando el público hizo temblar el suelo del lugar con sus bailes y brincos mientras hacían la segunda voz del tema.
“Nos vamos amigos, un gusto que hayan venido”, dijo Diego antes de poner a bailar al público con el cóver de Alaska y Dinarama, Ni tú ni nadie.
Previo a Bengala, Ana Tijoux calentó el escenario con su particular estilo hiphopero.
“Muy buenas tardes México, esta tarde vamos a partir de cero”, dijo la chilena quien deleitó a sus seguidores por poco más de 30 minutos con temas como A veces, En paro -la cual dedicó a los países de latinoamericanos que se encuentran oprimidos- y 1977 con al que se despidió del Vive Latino 2011.
Buen humor y cine
Con su ya clásico look de vestidos cortos, Natalia Lafourcade fue uno de los platos fuertes de la Carpa Roja, del Vive Latino.
Ataviada con colores crema, azul y rojo, la compositora y cantante tomó el escenario cinco minutos antes de que dieran las 20:00 horas, lo que arrancó la ovación y los aplausos de los presentes.
Con Amarte duele, el público no paró de cantar y mecerse de un lado a otro, en especial las chicas, que eran la mayoría.
“Gracias, qué buena vibra”, dijo la intérprete, quien estuvo acompañada por Daniel Zlotnik, saxofonista de Los Dorados.
Durante los 30 minutos que dio de presentación, Lafourcade deleitó a sus seguidores con temas como Tiempo al viento y Casa, con el cual además regaló la oportunidad de verla actuar con quien fuera el productor del disco del mismo nombre Meme, de Café Tacvba, para después concluir su actuación con Azul.
“Estoy súper contenta y emocionada por que la gente fue bien cariñosa”, lanzó Lafourcade durante la conferencia de prensa que dio al término de su show.
Previo a la presentación de la artista, los encargados de ir preparando al público fueron Ruido Rosa, Finde y Letz Zep, entre otros.
Mientras tanto, la jornada en la Carpa Ambulante inició a las 14:45 horas con el documental De veras me atrapaste, el cual dio paso a Bunbury: Por qué las cosas cambian.
Alrededor de las 19:00 llegó el turno de la cinta inspirada en el legendario grupo Joy Division, presentada por Alejandro Franco, la cual dio paso a Look at What The Light Did Now, que cerró la noche del sábado.
¡Puerta abajo!
Luego que el segundo día de jornada del Vive Latino 2011 se vendiera en su totalidad, 70 mil entradas, en gran parte por el reencuentro de Caifanes, los portazos por parte de aquellos que no alcanzaron boleto no se
hicieron esperar.
Desde el inicio, alrededor de las 13:00 horas, personas sin boleto trataron de ingresar al Foro Sol por los accesos de las puertas 5, 8 y 9. Fue alrededor de las 13:30 horas cuando se llevó a cabo el primero, sin embargo elementos de seguridad pública y privada impiedieron el paso.
Hubo cuatro intentos más a lo largo de la tarde. En uno de ellos entraron cerca de 60 personas, según testigos, aunque la agencia Notimex informó que fueron alrededor de unos 200. Tras ello, se reforzó la seguridad con más elementos, entre los que destacaron agentes antimotines, montada y policías con perros.
“Por políticas de la empresa no podemos dar esa información, pregúntale a los encargados de prensa que los acreditaron”, fueron las palabras del encargado de la seguridad privada del lugar que también se negó a dar su nombre.
El departamento de prensa de Ocesa confirmó que fueron cinco intentos de portazos, y que las medidas que se tomaron, además de reforzar la seguridad en ambos accesos fueron cambiar la ruta de
la puerta 5.
En vez de llegar directo a la pista, los asistentes tuvieron que rodear los escenarios por atrás y llegar a donde ingresaban aquellos de los accesos 8 y 9.