Michelle Bachelet defenderá los DDHH desde ONU
A cinco meses de dejar el gobierno chileno, Michelle Bachelet decidió aceptar la oferta de Naciones Unidas para liderar el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, en reemplazo del jordano Zeid Ra'Ad Al Hussein, que finaliza sus funciones a finales de agosto.
Aunque los planes de la socialista eran permanecer en Santiago de Chile –donde residen sus tres hijos, dos nietos y su madre de 91 años–, está a un paso de regresar a Naciones Unidas, cuya asamblea deberá este viernes ratificar la nominación impulsada por el secretario general, Antonio Guterres.
La exmandataria, que fue directora de ONU Mujeres entre 2010 y 2013, con sede en Nueva York, en esta ocasión deberá radicarse en las próximas semanas en Ginebra, Suiza.
“Le deseo éxito y sabiduría en este importante nuevo desafío, cuya tarea es ampliar y profundizar el compromiso de la comunidad internacional con los valores universales de la dignidad humana”, señaló Michelle Bachelet en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2016.
En 2006, Bachelet se convirtió en la primera mujer en llegar a La Moneda. Después de un Gobierno de cuatro años y de liderar ONU Mujeres, fue reelegida en 2014. Su segundo mandato fue complejo.
Con el diagnóstico de que Chile necesitaba llevar adelante reformas estructurales para garantizar mayor igualdad, su administración impulsó cambios profundos en el ámbito educativo, tributario o laboral.
Pero aunque había sido elegida con el 62%, pronto perdió respaldo y debió gobernar con bajos niveles de popularidad durante una buena parte de su periodo.
La explosión en 2015 de un escándalo de corrupción ligado a la empresa de su nuera, Natalia Compagnon, causó una herida profunda a la Presidencia. No le ayudó la economía y el bajo crecimiento de esos cuatro años.
Con una coalición desgastada, Bachelet terminó su Gobierno sin conglomerado político: la histórica alianza entre el centro y la izquierda, sectores unidos desde la oposición a Augusto Pinochet, caminan ahora por senderos separados.
Finalmente, como sucedió en 2010, por segunda vez Bachelet entregó el poder a la derecha de Piñera.
Su antecesor en el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra'ad Al Hussein –un duro crítico del presidente estadounidense Donald Trump, Rusia y China–, decidió que no postularía a un segundo mandato después de perder el apoyo de países poderosos.
Tras cuatro años en el cargo, afirma que “en el actual contexto geopolítico”, permanecer en su puesto “implicaría arrodillarse en súplica”. “El silencio no te genera ningún respeto”, señaló Zeid a la prensa la semana pasada, cuando sugirió a su sucesor “ser justo y no discriminar contra ningún país”.
De acuerdo al director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth Roth, “si es electa, Bachelet asumirá uno de los trabajos más difíciles del mundo en momentos en que los derechos humanos están bajo ataque generalizado”, informa AFP.
“Como una víctima, ella trae a la mesa una perspectiva única al cargo sobre la importancia de una defensa vigorosa de los derechos humanos (…) Gente de todo el mundo dependerá de ella para que sea una campeona pública y enérgica, donde los infractores son poderosos”.
El pasado jueves, Bachelet había inaugurado en Santiago de Chile su nueva fundación, Horizonte Ciudadano, desde donde intentaría defender legado y colaborar en la recomposición de un espacio reformador vacío y sin líderes.
En esa ocasión, descartó postular por tercera vez a La Moneda en 2021. Militante socialista desde que estudiaba Medicina en la Universidad de Chile durante el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende (1970-1973).
Su padre, Alberto Bachelet, general de la Fuerza Aérea de Chile, fue colaborador de esa Administración como secretario de la Dirección Nacional de Abastecimiento y Comercialización (DINAC).
Desde ese cargo político, tuvo que hacerse cargo de uno de los problemas más sensibles del Gobierno socialista: controlar el acaparamiento de productos básicos y la crisis de desabastecimiento.
Con el Golpe de Estado de 1973, el general fue tomado prisionero y en marzo de 1974 falleció por torturas de sus propios compañeros de armas. La estudiante de Medicina y su madre, Ángela Jeria, siguieron contribuyendo a la resistencia y en 1975 fueron tomados prisioneras por los agentes de la dictadura.
Tras un breve paso por Australia, ambas se instalaron en la RDA, donde siguieron contribuyendo a la oposición a Augusto Pinochet.