Por Javier Quintero

 

Ciudad Obregón ya tiene suficientes problemas como para que se le sume otro.

 

Hace dos días, Uber empezó a operar en esa ciudad del sur de Sonora y los conflictos han surgido de inmediato. Las detenciones de los primeros automóviles de Uber empezaron desde el primer día, bajo el argumento de que este servicio no está regulado, que sólo se trata de ciudadanos ofreciendo el servicio a ciudadanos, pero sin tener ningún permiso oficial.

 

La Dirección General del Transporte pidió a Uber que le entregue el padrón de choferes y vehículos disponibles en Ciudad Obregón para considerar algún tipo de permiso. Esta misma petición la hicieron en Hermosillo hace 15 meses y Uber no ha entregado el padrón, argumentando que no existe ese dato como tal, pues cada día se dan de baja choferes y unidades y se dan de alta otros nuevos.

 

Pero lo que interesa saber es qué va a pasar con Uber en esa ciudad. La respuesta es muy sencilla si seguimos al pie de la letra lo que ha pasado en Hermosillo, donde opera exitosamente desde marzo del año pasado.

 

Primero, habrá más detenciones de autos de Uber y se los llevarán en grúas al corralón para mandar el mensaje de que la autoridad está trabajando con rigor para mantener el orden y la legalidad. A la par, los taxistas reforzarán sus protestas y ya no tardan en bloquear la Jalisco y la Sufragio Efectivo y pintar mensajes de rechazo en los vidrios de sus unidades.

 

Luego, habrá conatos de violencia. Los taxistas furiosos porque sus ganancias se habrán visto reducidas empezarán una cacería contra conductores de Uber, incluso los golpearán, les quebrarán los vidrios de sus autos con piedras y ladrillos. Estarán realmente furiosos, pero se les pasará.

 

Lo que seguirá inmediatamente es que los ciudadanos comenzarán a arropar a Uber como un bien muy preciado. Algunos usuarios defenderán a los conductores de los temibles taxistas y los retarán a los golpes con tal de proteger este servicio de transporte que para entonces será identificado como cómodo, limpio y barato.

 

En el aeropuerto y la central de autobuses también habrá problemas. La Policía Federal en el aeropuerto empezará a retirarlos y los taxistas harán lo mismo, pero con violencia, en la central. Estos problemas harán que los choferes les pidan a sus usuarios que finjan ser amigos o familiares y, si hay química, algunos aprovecharán para abrazarse o despedirse de beso, con tal de que Uber se mantenga en la ciudad.

 

En medio de todo esto, la Dirección General del Transporte seguirá insistiendo en que Uber debe entregar el padrón, aunque esté consciente de que es algo casi imposible.

 

Y así el servicio de Uber continuará de manera exitosa, reduciendo las ganancias a los taxistas y obligándolos a convertirse en competencia y a instalar taxímetros en sus unidades para que los precios sean menos ofensivos. Esto mismo está pasando ahora en Hermosillo, donde los problemas se redujeron y los taxistas por fin comprendieron que debían mejorar su precio y su servicio. Algunos compraron nuevas unidades.

 

Las autoridades deben darle la bienvenida a Uber, como ya se la dieron los habitantes de Ciudad Obregón. Si quiere regular este servicio, que apuren a los diputados porque así como están las leyes actualmente no tienen mucho margen de maniobra.

 

 

*El autor es un comunicador originario de Sonora, becario de la Fundación Prensa y Democracia. Estudió Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido reportero, editor y director en periódicos, radios y medios digitales. Twitter: @quintero_javier